Los rayos solares te mecen con ternura, mientras las flores desprenden perfumes embriagadores que te rodean y envuelven, que ablandan tu joven y maltrecho corazón, que lo animan, lo enamoran, lo enloquecen…
El músculo se viste de rojo pasión, sonríe feliz al sentir la calidez de toda la Naturaleza a su alrededor, y va descubriendo poco a poco las maravillas de la vida, los pétalos se abren y dejan que la luz diurna se deslice majestuosamente sobre ellos, y el corazón lo imita, se abre al mundo y deja que el amor entre en él.
Tal como las flores crecen y crecen bajo el cielo despejado, aquel músculo que bombea se alimenta de las nuevas sensaciones que va conociendo y comete el error de cerrar sus ojos y dejar que aquella experiencia le guíe ciegamente.
Y el amor comienza a jugar con el corazón inocente.
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